Cuando todo cobra sentido
Cerrar etapas, cicatrices, historias que debemos dejar atrás. Abandonar todo lo anterior y empezar de nuevo. Suena tan difícil a veces, como si no viésemos nunca la luz. Las canciones, las fotos, los olores e incluso los sueños nos lo traen todo de vuelta. Qué complicado es decir adiós a veces a quienes quisimos tanto; despedirnos siempre con ese sabor agridulce, en algunos casos porque creemos que es lo mejor.
Las heridas no se cerrarán nunca si somos nosotros quienes las seguimos revisando de vez en cuando, lo que tapamos no debemos volver a mirarlo ni abrirlo, porque entonces jamás acabaremos la partida. Lo peor es ese sentimiento de vacío que se nos queda, saber que hay cosas que jamás olvidaremos, que seguirán ahí.
No se trata de olvidar ni de suprimir, si no de recordarlo como una experiencia. De no mirar atrás, sino hacia adelante con aquello como referente. La felicidad no se marcha nunca, solo la tapamos, la eclipsamos con los problemas y decepciones. Pero siempre hay algo mejor que está por venir.
Y ahí está. Llega esa persona, cosa, momento, que nos destapa la felicidad de nuevo. Nos abre mil puertas y ventanas, incluso tira las paredes y el techo. Ahí la tienes, solo tienes que cuidarla y estará para ti siempre. Porque sabes que es de verdad, lo sientes, lo notas. Es como ese abrazo en el momento exacto, en el lugar exacto y de la persona exacta. Es el hogar que has anhelado, que huele a limpio y que tiene las marcas de quienes pasaron por allí antes que tú. Y eso te hace querer quedarte, puede que para siempre.