Busqué mi reflejo en los ojos ajenos,
como un náufrago que ansía orillas
en rostros que no saben su nombre.
Me hice viento, me hice sombra,
me hice la espera interminable
de una mirada que me hiciera existir.
Hoy me miro con los ojos
que siempre busqué en los demás,
y en mi reflejo encuentro
la ternura que nunca supe darme.
Desde que nuestros caminos se cruzaron siento que el abismo que había en mí ha ido encogiendo con el tiempo. Tengo la sensación de que la tormenta ha amainado y que todo lo que el vendaval arrasó a su paso, ha ido reconstruyéndose poco a poco. Y por primera vez en mucho tiempo, la felicidad viene dada de la mano de tu paz....
678 perdones te debo, uno por cada kilómetro que nos separa desde aquel día en el que nos despedimos y yo decidí que fuera para siempre.
Siento frío. Mucho frío. Este lugar se ha quedado grande desde que te marchaste. Todo ha dejado de ser interesante desde que tu risa no retumba en estas paredes y no huele a ti al abrir la puerta. Desde que no me pides que te explique cómo se pone la lavadora, o desde que no descubrimos y recorremos media comunidad...
He descubierto que el hecho de que se me erice la piel no es cuestión de una reacción natural de mi cuerpo, sino de esa química extraña que me atrae hacia ti.
Dije que alguna vez te escribiría una de esas tantas cosas que tú consideras bonitas y que para mí son solo meras palabras que se escapan de un corazón un tanto roto.
En puerto ajeno rodeado de aguas cristalinas, en muelle oscuro donde acaba el mar, perdida en isla extendida sobre colinas; zarpa el barco pirata que me salvó del naufragio.
De nuevo, se acerca tu día y una vez más no sé qué regalarte; así que este año he decidido darte las gracias.